Cada año, sin falta, aparecen cinco o seis «mega éxitos» en los meses en los que el calor empieza a asomar. Son las llamadas canciones del verano, los temas que escucharás una y otra vez, quieras o no, durante el resto del año. Algunas de estas canciones pasan a la posteridad como auténticos temazos y otras se pierden en un mar de éxitos temporales. Pero, ¿por qué nos enganchan estas canciones?
Algo más que música
Y es que una canción «normal» puede tener más o menos éxito, pero no suelen convertirse en un bombazo. Sin embargo, la mayoría de canciones tiene ese «algo» que hace que todo el que la escuche quiera volver a hacerlo. Esto, por supuesto, suele estar hecho a posta.
Lo más importante, por otra parte, es que la canción sea posible recordarla. Convirtiéndose, casi sin querer, en la banda sonora de tu cerebro de vez en cuando y sin que puedas hacer nada al respecto. O bueno, algo sí que se puede hacer, pero no es nada fácil librarse de un tema así.
La «fórmula mágica» de las canciones del verano
Convertir una canción en una de las canciones del verano tiene mucha más dificultad de lo que parece. Lo primero, y casi imprescindible, es conseguir una letra pegadiza, pero a la vez simple. Sin demasiadas florituras ni palabras enrevesadas. Si piensas en éxitos como «Call Me Maybe», «Despacito» o «Gangnam Style» te puedes fijar en que, pese a estar escritas en tres idiomas diferentes, el estribillo lo podría cantar un niño pequeño.
Otro factor muy importante es que sigan una fórmula repetitiva pero, a la vez, con una pequeña vuelta de tuerca. Puede ser un tempo acortado, un doble sonido donde debería ir uno simple y, sobre todo, un estribillo bien cargado. Cuantas más frases simples tiene un estribillo, mejor. Ya que es la parte que más se repite de la canción y, por ello, la que más se recordará.
Además, si a esa mezcla le añadimos algún que otro tono agudo con notas largas, mejor que mejor. Porque, al final, son a los que nuestro cerebro presta más atención. Ese es el motivo de que «Bohemian Rapsody» sea una de las canciones más conocidas de la historia o de que cada vez que lees las palabras «Bad Romance» te venga automáticamente a la cabeza el estribillo de la canción.
El factor X
Por supuesto, tener todos estos elementos no garantiza un éxito tras otro. Hace falta el «factor X», un elemento que diferencie tu canción del resto de éxitos. Esto puede tener mil formas y colores, desde repetir un nombre como en «Alejandro» a unas notas muy concretas, como en «Eye of The Tiger».
Aunque lo más común, con diferencia, es decidirse por un ritmo rápido que transmita energía. Lo que convierte a la canción en algo que te apetece escuchar con el buen tiempo, algo que te da ganas de ponerte a hacer cosas. También es muy común repetir una palabra o frase y dejarla incompleta, consiguiendo así que la persona que lo escuche termine la frase automáticamente, y si no, que le pregunten a Lady Gaga y su «Po-po-po-po-poker face».